27.2.05

Butrón butrón

Una de mis debilidades secretas es la lectura de las páginas de sucesos de los periódicos. Debo ser un merluzo rarito, pero me atraen de mala manera esas noticias extrañas que me transportan a las espléndidas novelas negras negras de Philip Marlowe persiguiendo sueños eternos o de detectives de la Agencia Continental luchando contra el mundo entero. Me gusta encaramar mi morro en esas hojas reservadas para suicidios nunca resueltos de políticos corruptos, desapariciones de testimonios cruciales o guerras entre bandas que se sabe cómo empiezan pero nunca cuando acaban.
Pues ahora me lo paso pipa con el caso del incendio del rascacielos Windsor y toda su literatura kitch asociada. Butrones en el párking, puertas traseras forzadas, imágenes fantasmales de enamorados ardorosos, pisos repletos hasta la bandera de documentos secretísimos, empresas auditoras omnipresentes, bomberos amenazados, superordenadores escondidos, agentes secretos con trajes ignífugos... Buff. Cada día cae lentamente una nueva gota en el charco del misterio, y la imaginación se desborda hasta límites inimaginables. Más payá que pacá. Por ejemplo, por si fuera poco lo de los fantasmas, ya han aparecido teorías que hablan de extraterrestres y de viajeros del tiempo. Y yo me pregunto: ¿Qué se les ha perdido a unos extraterrestres en un coloso en llamas? ¿O los viajeros del futuro no podían ir un día antes? Otra teoría a lo pura ciencia-ficción se inclina hacía tecnologías que hacen invisibles a sus portadores, como en los aviones espía estadounidenses. No sé, no sé. Y ya llegados a este punto en el que todo quisqui dice la suya, a mí me gustaría aportar mi pequeño granito de arena: ¿Alguien ha pensado en los calamares gigantes? ¿Se tienen pruebas de que no participaron? ¿Por qué nadie se acuerda nunca de ellos? No estaría mal que se tuviera en cuenta esta línea de investigación.
Lo que sí está claro en todo esto es que alguien se preocupará bien mucho de que nunca sepamos lo que realmente sucedió. Y en verdad qué importa. En todo caso, sólo hay una cosa que me parece indiscutible: si en este país se quema un rascacielos, hay que dejarlo quemar todo enterito. ¡Qué es eso de dejar las faenas a medias!

23.2.05

La Invasión de los Calamares Gigantes

He aquí un noticia a la cual he tenido acceso en la revista Muy Interesante Digital. Aún tengo todas las escamas de punta:
"La invasión de los Calamares Gigantes. Suena a título de (mala) película de terror. Pero sucede que es cierto. Los calamares se están reproduciendo como posesos y creciendo hasta tamaños individuales gigantes, de tal modo que la suma de su biomasa (la cantidad de toneladas de calamar gigante sobre el planeta) puede que sobrepase ya a la nuestra... y desde luego ocupan más territorio. La Tierra es el Planeta de los Calamares. Es lo que tiene ser un primate terrestre: competir con los animales marinos de gran profundidad es complicado. Las razones tras este desenfrenado crecimiento tienen que ver con desequilibrios en los ecosistemas marinos que favorecen a los cefalópodos, los más inteligentes y sofisticados de los invertebrados en términos de sistema nervioso. Entre los desequilibrios, el calentamiento global. Y si la idea de billones de toneladas de calamares gigantes le hace pensar en gigantescos bocadillos de calamar a la romana, olvídelo: su carne está impregnada de amoniaco. No son comestibles, por tanto. Pena."
Sólo puedo decir una cosa: Esto es la guerra. ¡Más madera!

22.2.05

Papeles para todos


Me he enterado por los periódicos de que por las tierras de este trozo de mundo donde me ha tocado vivir está acechando una nueva especie animal peligrosísima. Los lugareños están muy asustados. Las autoridades están muy preocupadas. Es un animal terrible y muy agresivo. Y responde, ni más ni menos, al nombre de mosquito tigre. Según cuentan, esta especie procede de Asia, es muy agresiva, ataca de día, repetidamente en pocos segundos y traspasa la ropa. A más, contribuye a la propagación de la fiebre amarilla, la fiebre de dengue y la encefalitis. Toma ya, que no es poco. Pero qué quieren que les diga, más allá de su peligrosidad, que no seré yo quien ponga en duda, me gusta su nombre. Mosquito tigre. Siempre me han llamado la atención esas asociaciones de distintos nombres en uno. Cómo pueden ser malos bichejos con nombres tan sugerentes como el mono narigudo, el pez payaso, el tiburón cigarro, el águila calva, la ballena jorobada, la ballena alegre, el pez gourami besador y ese largo etcétera que hoy acaba con la guinda del mosquito tigre. Yo, personalmente, les daría las llaves de casa. De entrada. Pero claro, una cosa son mis deseos y la otra la realidad. Se cuenta que ya se están organizando para reclamar papeles a los recién llegados mosquitos tigre, y eso sí, con el beneplácito de los mosquitos autóctonos.

18.2.05

Yo, Merluzo


Hola. Yo soy Merluzo, un ejemplar muy normalito de mi especie. Tengo el cuerpo fino y serrano y una gran cabeza, con una boca muy grandota provista de unos dientes ganchudos y afilados. Soy un ejemplar joven y me gusta hacer lo que hacen todos los demás jóvenes de mi especie: hacer carreras por el fondo arenoso con los colegotes, hacer piruetas por las corrientes marinas y por la noche subir a la superficie para hacerme un buen atracón de arenques, sardinas y caballas y, si cae, charlar con alguna buena merlucita. Tengo un bonito nombre científico: Merluccius merluccius. Así, por partida doble, Merluzo Merluzo, como quien no quiere la cosa. Como ya he dicho, no soy nada del otro mundo. Y así voy tirando por estos mares del señor pues ese soy yo.

Seguramente os estaréis preguntando qué pulpos hace un merluzo como yo publicando un blog como éste. Pues es muy sencillo. Primero he de confesaros una cosa: desde pequeñito tengo un miedo espantoso a los calamares gigantes. Les tengo pánico, con esos largos tentáculos amenazadores y esa boca de loro que se lo traga todo. Pues esa es la razón. He decidido tomarme unas pequeñas vacaciones, marchar de mi caladero y navegar por esta aguas cibernéticas para mantenerme alejado de esos espeluznantes bicharracos y aprovechar así la ocasión para contaros todo lo que pueden ver mis preciosos ojos de merluzo jovencito con ganas de conocer mundo.

17.2.05

¡Dios, que llegan los calamares gigantes!

Sí. Existen realmente, aunque sólo hasta hace muy poco se ha conseguido capturar algún ejemplar. Estos monstruos marinos son conocidos científicamente bajo el nombre de Architeuthis. Desde el origen de la navegación se hablaba de una bestia terrible que con sus grandes tentáculos arrastraba a los navíos y a sus tripulantes al fondo marino. Era el Kraken, un animal que se creía producto de la febril imaginación de los marineros... pero desde que empezaron a encontrarse los cuerpos varados de calamares gigantes muertos en diferentes playas, se ha demostrado que no eran delirios de aguardientes o malas insolaciones. Fue en 1856, cuando Johannes Japetus Smith Steenstrup le atribuyó un nombre genérico a los calamares gigantes: Architeuthis, que ha pasado a ser el nombre científico. El architeuthis rex es considerado el rey de esta especie, el tiranosaurus de los calamares gigantes.

Los taningia danaes son sus hermanitos pequeños, con menor longitud y peso, pero medidas igualmente descomunales. Los cachalotes son los únicos predadores conocidos del calamar gigante, aunque los científicos aseguran que, por las marcas encontradas en algunos cachalotes, estos calamares se defienden violentamente contra sus depredadores, en verdaderas batallas entre titanes en los más remotos y profundos abismos marinos.

En esta especie, el tamaño de los machos es muy inferior al de las hembras, que crecen al ritmo de 40 kg por año y pueden alcanzar los 20 metros de largo, pesando alrededor de 200 kg. Los calamares gigantes disponen en la terminación de dos de sus tentáculos, de unas estructuras llamadas fotóforos, los mayores órganos luminescentes de la naturaleza, del tamaño de una pelota. No se sabe a ciencia cierta su utilidad, pero los investigadores intuyen que les sirven para atraer a sus presas y comunicarse entre sí. Además, poseen párpados, con los que pueden hacer guiños y juegos de luces. Los calamares gigantes poseen además un órgano sexual de 75 cm (¡por dios!) y otro de repuesto por si perdieran el primero. Realmente espeluznante.