30.6.05

El lado más bestia de la vida

Haciendo caso a las recomendaciones musicales de Mr. Oracle, recuperé a Albert Pla y su fabuloso Supone Fonollosa. Buenísima la rumba loureediana de El lado más bestia de la vida, posiblemente la mejor versión de la mítica canción del neoyorquino yonqui. Pero Maldita ciudad es insuperable, casi tanto como La dejo o no la dejo (ésta en Ventegenarios en Alburquerque), con toda la mala leche del gran Fonollosa, es desgarradoramente insuperable. Porque nunca acaba esta noche, nunca acaba, ya pasa poca gente por la calle, todos duermen, malditos, descansan, y esta noche nunca acaba. Todo parece tranquilo y en paz, las penas diarias fueron arrojadas como la ropa vieja y usada, y esta noche nunca acaba. Sólo yo voy sin rumbo en la calle, piso la ciudad, la insulto y la escupo, pero ése saber que nadie te espera hace enemiga la calle desierta, y hace tan siniestra esa calle poblada; por eso mis pies, por eso mis pies, por eso mis pies pisan tu espalda. Maldita ciudad, maldita ciudad. Sólo yo voy sin rumbo en la calle, pero los bares ya ni me saludan, las ventanas me cierran sus ojos. Miro la cartelera del cine: no echan nada esta noche. Esta noche nunca acaba. Ojalá que llegara el fin del mundo esta noche y esta noche no acaba no, nunca acaba maldita ciudad, maldita ciudad...

22.6.05

Rinconcitos y escondrijos

Lo confieso: soy un poco torpe y cegato. Y no en el sentido que tropiece continuamente con las cosas más absurdas que se cruzan en mi camino, que también, sino en el sentido que nunca encuentro lo que busco. Sí, aunque así escrito parezca muy trascendental, es un problemón de lo más terrenal. De verdad. En casa me puedo pasar horas y horas buscando las cosas más variopintas. Papeles y papelajos diversos, calcetines desparejados y solterones (tengo un cajón lleno de calcetines despechados), mi vaso del café que todo el mundo utiliza menos yo, las tijeritas que cambian de cajón por arte de magia, los clavos del cuadro que hace tiempo que me recuerdan que tengo que colgar, el trapo de la cocina cuando estoy lavando los platos y llaman al teléfono... Puedo hacer quilómetros y más quilómetros de punta a punta de la casa, y luego volverla a recorrer al revés, buscando aquello imprescindible que en ese momento concreto tanto preciso. Hago verdaderas maratones. En las mañanas que tengo más prisa, las llaves y el mòvil juegan al escondite. Cada vez que necesito pilas de repuesto tengo que comprar un paquete entero (no entiendo porque venden las pilas en paquetes de más de dos porque las pilas que no utilizo no las vuelvo a ver nunca más). Con los cedés -oh, los cedés- se podría escribir una novela de misterio: siempre acabo escuchando el disco que está puesto. Ese libro que necesito consultar nunca está donde lo dejé. Nunca encuentro el paquete de azúcar cuando se tiene que llenar la azucarera y, mientras, el café va enfriándose (no hay nada que odie más que el café frío). Vamos a hacer macarrones para cenar y los macarrones se han fugado. Los mecheros son escurridísimos, los destornilladores invisibles y los zapatos huidizos. La declaración de hacienda del año pasado... Bueno, llevo días buscando ese maldito papel de los cojones porque lo necesito para hacer la declaración de este año por Internet; y ya me estoy mentalizando que lo encontraré al día siguiente del plazo de entrega. Sí, porque esas cosas pasan. No hace mucho me pasé semanas buscando el tiquet de compra de una camisa nueva que no me iba bien y quería cambiarla. Lo encontré en la caja de las medicinas días después de haberla regalado a un amigo. A veces me divierte buscar más de una cosa a la vez como si de una competición se tratara: puntafina rojo con calzoncillos limpios (unos 15 minutos), camisa preferida-botella de agua-zapatilla izquierda (más o menos 20 minutos), grapadora-diccionario Collins-CD de los Strokes-tabaco-gelocatil (más de 30 minutos), y así hasta el infinito... Me sé todos los rinconcitos y escondrijos de la casa. No sé, puede ser que todo esto sea un castigo divino por ser desordenado, o una oscura venganza urdida por mi madre después de años de peleas, o una conspiración esotérica del destino por los pecados de una vida anterior como calamar gigante. Pero seguramente no sólo es eso. No. Sobre todo cuando se vive con alguien infinitamente más desordenado que yo.

20.6.05

Esto sí que va bien


Me complace presentarles en primicia los últimos resultados de la investigación de campo sobre si hay vida más allá de mi caladero. En la foto, con una reputada experta que desea mantenerse en el anonimato, en plena discusión sobre si las aceitunas flotan, nadan o se hunden en el vermut.

17.6.05

¿Esto va bien?

El otro día oí a uno que decía que la manifestación de este sábado en Madrid no era homofóbica, sino para protestar contra a que la unión entre personas del mismo sexo se le llame matrimonio. El fin de semana anterior, medio centenar de miles de personas se manifestaban contra lo que ellos denunciaban la desintegración de un archivo. Como merluzo de letras que intenta sobrevivir por aquí, me enorgullece mucho comprobar que los ciudadanos de este país son tan cultos y viven tan bien. No recuerdo ningún otro país del mundo en que la gente salga a la calle para manifestarse por criterios bibliotecológicos y lexicográficos. Se ve que esto es la hostia y no puede ir mejor.

10.6.05

Mi caladero


Mi caladero es un sitio tranquilo. Muy tranquilo...

1.6.05

Una ventana al mundo