Gajes del oficio
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Ser un merluzo en una ciudad como ésta puede tener muchas ventajas. Por ejemplo, ningún tiburón martillo te dirá nunca nada si te cuelas en el metro. Paqué. También puedes sobrevivir en hora punta entre los bancos de atunes del autobús. O pasarte los días de la semana al sol, viendo desfilar pingüinos con traje, cartera y cara de lenguado. Puedes decirles cositas a las sardinitas que pasan y hasta llevarte una sonrisa. O escabullirte de las conversaciones predecibles de algún delfín superfashion, poniendo esa cara de bacalao que tan bien me queda. Puedes salir de casa sin peinarte y que la beluga de la portera no te mire mal. Y si te vas de marcha con un cachalote, vuelves con un buen pulpo. Pero, eso sí, también hay algún inconveniente... A la hora de comer o en las entrevistas de trabajo, tienes que cuidarte muy mucho de los miles de calamares desalmados que sólo piensan en hincarte el diente.