26.4.05

Gajes del oficio


Ser un merluzo en una ciudad como ésta puede tener muchas ventajas. Por ejemplo, ningún tiburón martillo te dirá nunca nada si te cuelas en el metro. Paqué. También puedes sobrevivir en hora punta entre los bancos de atunes del autobús. O pasarte los días de la semana al sol, viendo desfilar pingüinos con traje, cartera y cara de lenguado. Puedes decirles cositas a las sardinitas que pasan y hasta llevarte una sonrisa. O escabullirte de las conversaciones predecibles de algún delfín superfashion, poniendo esa cara de bacalao que tan bien me queda. Puedes salir de casa sin peinarte y que la beluga de la portera no te mire mal. Y si te vas de marcha con un cachalote, vuelves con un buen pulpo. Pero, eso sí, también hay algún inconveniente... A la hora de comer o en las entrevistas de trabajo, tienes que cuidarte muy mucho de los miles de calamares desalmados que sólo piensan en hincarte el diente.

23.4.05

De cañas

De cañas con unos amigotes peligrosos.

22.4.05

Lo que es la vida

Ese gran periódico llamado "¡Qué!", del que seguro que hablaré en el futuro, ayer publicaba una noticia breve con el siguiente titular: "Perderse en el trayecto, afición varonil". ¡Impresionante! Según un estudio reciente, relata la noticia, los hombres se pierden más en los desplazamientos que las mujeres. Ante tal evidencia me asaltan miles de preguntas existenciales. ¿En qué trayectos nos perdemos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué esconde la enigmática palabra "perderse"? Encuentro un silencioso vacío por respuesta. Sólo puedo apaciguar mis dudas en ese sabio sociólogo, y mejor gramático, tan avanzado a su época, que es el gran Peret, cuando cantaba:

A mi amigo Blanco Herrera
le pagaron su salario,
y sin pensarlo dos veces
salió para malgastarlo.

Una semana de juerga
y perdió el conocimiento,
como no volvió a su casa
todos le dieron por muerto.

Pero al cabo de unos días
de haber desaparecido,
encontraron a uno muerto,
a un muerto muy parecido.

Le hicieron un gran velourio,
le rezaron la novena,
le perdonaron sus deudas
y lo enterraron con velas.

Pero un día se apareció
lleno de vida y contento,
diciéndole a todo el mundo:
¡Se equivocaron de muerto!

Y no estaba muerto, no, no,
que estaba tomando cañas.
Y no estaba muerto, no, no,
que estaba de parranda.

El lío que se formó
eso sí que es puro cuento.
Su mujer ya no lo quiere
no quiere dormir con muertos.

20.4.05

Mazinger-Z


No sé por qué hoy me viene a la cabeza Mazinger-Z...

12.4.05

De regreso

Pasada la tormenta y de regreso de la Luna, uno ve las cosas diferentes. Todo adquiere un nuevo peso relativo. Las piedras no pesan tanto. Y nada queda tan lejos para no alcanzarlo. Uno está tentado a hacerse buenos propósitos, como si de un fin de año se tratara: fumar menos, volver a hacer ejercicio, acabar aquello que hace tiempo se dejó a medias o un montón de cosas más, sensatísimas todas, que ya de antemano se sabe que no se van a realizar. Pero también se vuelve con algo fantástico: con las pupilas dilatadas por la claridad con que se ven los astros desde allí arriba. La luz propia que desprenden los que te acompañan.

7.4.05

En la Luna


Estos días grises de monologuismo mediático incitan a uno a darse un paseo lunar para pedir a las autoridades competentes del lugar un exilio sideral.

4.4.05

A message in a bottle

¿Qué diantre intentan decirnos estos terrícolas? Seguramente ésta será la primera pregunta que se hagan los extraterrestres que reciban este mensaje enviado desde la Tierra. En el año 1974 el Arecibo Observatory, el radiotelescopio más grande del mundo, envió este diagrama de señales binarias (hechas sólo con el 1 y 0), en dirección al cúmulo globular M13. El mensaje representa unas cuantas imágenes sencillas sobre la humanidad y su nivel de conocimientos. De izquierda a derecha: la representación binaria de los números entre el 1 y el 10, los átomos de hidrógeno y carbono, el ADN humano, la imagen de un hombre, los fundamentos del Sistema Solar y, finalmente, información sobre el telescopio que envió el mensaje. No quiero imaginarme qué pasará por la mente de los simpáticos marcianos que encuentren este mensaje, pero podemos estar tranquilos porque M13 está tan lejos que tendríamos que esperar al menos 50.000 años para recibir su más que segura respuesta: "¿Mande?". Y esto no es lo peor. Diariamente enviamos, de manera totalmente accidental, miles y miles de señales de radio y televisión hacia el espacio exterior. Tiemblo sólo de pensar que un alienígena pueda estar viendo en estos momentos La casa de tu vida, la democracia iraquí o el non-stop last-show del Papa. (Seguro que Velouria está conmigo que, puestos a enviar, mejor es mandarles una grabación de Humor Amarillo).

3.4.05

Sobre nuestras cabezas