7.10.05

Científicos logran fotografiar un calamar gigante vivo

Ésta es la noticia más esperada. Por fin empiezan a llegar las primeras pruebas. Si no se lo creen, véanlo ustedes mismos:
  • http://es.news.yahoo.com/050928/44/4ayr8.html


  • 25.7.05

    Calamar vampiro del infierno


    William Beebe (1926) lo describió como "un pequeñísimo pero terrible calamar, negro como la noche, con una mandíbula de marfil y unos ojos rojos como la mismísima sangre". Pánico me daría encontrármelo.

    3.7.05

    Nueva Zelanda


    Me parece que nunca iré a Nueva Zelanda de vacaciones. Qué lástima. Ni en sueños, aunque esté cerca de Australia y sea la hostia, como dice Bardem. Tampoco creo que vaya nunca a Finlandia. Aunque no es cierto, porque sí que he ido a Finlandia. Con Atxaga sí que he ido a Finlandia, y he pasado todo un dia finlandés. Yo también quiero un largo día finlandés, tan largo como cuarenta días corrientes, para seguir hablando contigo, con dos naranjas en el cielo siempre azul en verano, sumamente azul.

    1.7.05

    Descompresión


    Hay días que necesitan una larga y lenta descompresión.

    30.6.05

    El lado más bestia de la vida

    Haciendo caso a las recomendaciones musicales de Mr. Oracle, recuperé a Albert Pla y su fabuloso Supone Fonollosa. Buenísima la rumba loureediana de El lado más bestia de la vida, posiblemente la mejor versión de la mítica canción del neoyorquino yonqui. Pero Maldita ciudad es insuperable, casi tanto como La dejo o no la dejo (ésta en Ventegenarios en Alburquerque), con toda la mala leche del gran Fonollosa, es desgarradoramente insuperable. Porque nunca acaba esta noche, nunca acaba, ya pasa poca gente por la calle, todos duermen, malditos, descansan, y esta noche nunca acaba. Todo parece tranquilo y en paz, las penas diarias fueron arrojadas como la ropa vieja y usada, y esta noche nunca acaba. Sólo yo voy sin rumbo en la calle, piso la ciudad, la insulto y la escupo, pero ése saber que nadie te espera hace enemiga la calle desierta, y hace tan siniestra esa calle poblada; por eso mis pies, por eso mis pies, por eso mis pies pisan tu espalda. Maldita ciudad, maldita ciudad. Sólo yo voy sin rumbo en la calle, pero los bares ya ni me saludan, las ventanas me cierran sus ojos. Miro la cartelera del cine: no echan nada esta noche. Esta noche nunca acaba. Ojalá que llegara el fin del mundo esta noche y esta noche no acaba no, nunca acaba maldita ciudad, maldita ciudad...

    22.6.05

    Rinconcitos y escondrijos

    Lo confieso: soy un poco torpe y cegato. Y no en el sentido que tropiece continuamente con las cosas más absurdas que se cruzan en mi camino, que también, sino en el sentido que nunca encuentro lo que busco. Sí, aunque así escrito parezca muy trascendental, es un problemón de lo más terrenal. De verdad. En casa me puedo pasar horas y horas buscando las cosas más variopintas. Papeles y papelajos diversos, calcetines desparejados y solterones (tengo un cajón lleno de calcetines despechados), mi vaso del café que todo el mundo utiliza menos yo, las tijeritas que cambian de cajón por arte de magia, los clavos del cuadro que hace tiempo que me recuerdan que tengo que colgar, el trapo de la cocina cuando estoy lavando los platos y llaman al teléfono... Puedo hacer quilómetros y más quilómetros de punta a punta de la casa, y luego volverla a recorrer al revés, buscando aquello imprescindible que en ese momento concreto tanto preciso. Hago verdaderas maratones. En las mañanas que tengo más prisa, las llaves y el mòvil juegan al escondite. Cada vez que necesito pilas de repuesto tengo que comprar un paquete entero (no entiendo porque venden las pilas en paquetes de más de dos porque las pilas que no utilizo no las vuelvo a ver nunca más). Con los cedés -oh, los cedés- se podría escribir una novela de misterio: siempre acabo escuchando el disco que está puesto. Ese libro que necesito consultar nunca está donde lo dejé. Nunca encuentro el paquete de azúcar cuando se tiene que llenar la azucarera y, mientras, el café va enfriándose (no hay nada que odie más que el café frío). Vamos a hacer macarrones para cenar y los macarrones se han fugado. Los mecheros son escurridísimos, los destornilladores invisibles y los zapatos huidizos. La declaración de hacienda del año pasado... Bueno, llevo días buscando ese maldito papel de los cojones porque lo necesito para hacer la declaración de este año por Internet; y ya me estoy mentalizando que lo encontraré al día siguiente del plazo de entrega. Sí, porque esas cosas pasan. No hace mucho me pasé semanas buscando el tiquet de compra de una camisa nueva que no me iba bien y quería cambiarla. Lo encontré en la caja de las medicinas días después de haberla regalado a un amigo. A veces me divierte buscar más de una cosa a la vez como si de una competición se tratara: puntafina rojo con calzoncillos limpios (unos 15 minutos), camisa preferida-botella de agua-zapatilla izquierda (más o menos 20 minutos), grapadora-diccionario Collins-CD de los Strokes-tabaco-gelocatil (más de 30 minutos), y así hasta el infinito... Me sé todos los rinconcitos y escondrijos de la casa. No sé, puede ser que todo esto sea un castigo divino por ser desordenado, o una oscura venganza urdida por mi madre después de años de peleas, o una conspiración esotérica del destino por los pecados de una vida anterior como calamar gigante. Pero seguramente no sólo es eso. No. Sobre todo cuando se vive con alguien infinitamente más desordenado que yo.

    20.6.05

    Esto sí que va bien


    Me complace presentarles en primicia los últimos resultados de la investigación de campo sobre si hay vida más allá de mi caladero. En la foto, con una reputada experta que desea mantenerse en el anonimato, en plena discusión sobre si las aceitunas flotan, nadan o se hunden en el vermut.

    17.6.05

    ¿Esto va bien?

    El otro día oí a uno que decía que la manifestación de este sábado en Madrid no era homofóbica, sino para protestar contra a que la unión entre personas del mismo sexo se le llame matrimonio. El fin de semana anterior, medio centenar de miles de personas se manifestaban contra lo que ellos denunciaban la desintegración de un archivo. Como merluzo de letras que intenta sobrevivir por aquí, me enorgullece mucho comprobar que los ciudadanos de este país son tan cultos y viven tan bien. No recuerdo ningún otro país del mundo en que la gente salga a la calle para manifestarse por criterios bibliotecológicos y lexicográficos. Se ve que esto es la hostia y no puede ir mejor.

    10.6.05

    Mi caladero


    Mi caladero es un sitio tranquilo. Muy tranquilo...

    1.6.05

    Una ventana al mundo

    30.5.05

    Despertares

    Los merluzos nos cansamos mucho a lo largo del día, y mucho más a lo largo de la noche, muchísimo. Y nos gusta mucho dormir. Demasiado. Hasta bien entrada la mañana. Pero hoy me he despertado temprano, con la radio, donde se hablaba del mundo blogger. Conversación interesante, a medias. Datos generales, más que conocidos y poco más. Pero entre las muchas palabras que se entrelazaban en los últimos retales de mis sueños, he entendido que se hablaba de blogs de personas famosas. Y como era de suponer, aquí ha llegado la perla, lo de siempre, aquello del lenguaje engañoso, esa perífrasis maldita que siempre me ha molestado, y mucho, por su impertinencia e irrespetuosidad: la gente anónima. Se hablaba de los miles de blogs de gente anónima. Estoy harto de estar condenado a pertenecer a esa cosa llamada gente anónima. Y no porque quiera ser famoso, sino porque en todas y cada una de sus dos palabras no se desprende nada más que una falta indignante de respeto y una prepotencia evidente. ¿Qué significa gente? ¡¿Masa grande, multitud deshumanizada y no delimitada?! ¿Y anónima? Algo sin nombre, desconocido, icógnito. Pues bien: esos millones y millones de blogs de gente anónima están hechos por personas, hipopótamos, linces, monas, leonas, cocodrilos, pajaritos, flores del campo, gusanos, besugos, marcianos y otros bichillos del universo. Algunos tienen medio blog y otros más de uno. Pero todos tienen nombre y hasta apellido, y son los que dan vidilla a este invento. Yo me llamo Merluccius Merluccius, Merluzo para los amigos, y tengo madre conocida (mi padre se largó a por tabaco al ver el percal). Y qué le voy a hacer, los que me acompañan no me conocen ni en anónimo ni en gente, y eso que tengo 2 millones de hermanos, una costillita para comérsela y un pequeño merlucito. Y, mira por donde, a veces me enfado, y hasta me indigno, y seguramente por eso malescribo este blog intermitentemente.
    Bueno, ya está. Ahora seguiré tambaleándome tozudamente en esos miles de detalles que me hacen más merluzo que manada, rebaño, turba, estadística o muchedumbre. Vamos.

    26.4.05

    Gajes del oficio


    Ser un merluzo en una ciudad como ésta puede tener muchas ventajas. Por ejemplo, ningún tiburón martillo te dirá nunca nada si te cuelas en el metro. Paqué. También puedes sobrevivir en hora punta entre los bancos de atunes del autobús. O pasarte los días de la semana al sol, viendo desfilar pingüinos con traje, cartera y cara de lenguado. Puedes decirles cositas a las sardinitas que pasan y hasta llevarte una sonrisa. O escabullirte de las conversaciones predecibles de algún delfín superfashion, poniendo esa cara de bacalao que tan bien me queda. Puedes salir de casa sin peinarte y que la beluga de la portera no te mire mal. Y si te vas de marcha con un cachalote, vuelves con un buen pulpo. Pero, eso sí, también hay algún inconveniente... A la hora de comer o en las entrevistas de trabajo, tienes que cuidarte muy mucho de los miles de calamares desalmados que sólo piensan en hincarte el diente.

    23.4.05

    De cañas

    De cañas con unos amigotes peligrosos.

    22.4.05

    Lo que es la vida

    Ese gran periódico llamado "¡Qué!", del que seguro que hablaré en el futuro, ayer publicaba una noticia breve con el siguiente titular: "Perderse en el trayecto, afición varonil". ¡Impresionante! Según un estudio reciente, relata la noticia, los hombres se pierden más en los desplazamientos que las mujeres. Ante tal evidencia me asaltan miles de preguntas existenciales. ¿En qué trayectos nos perdemos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué esconde la enigmática palabra "perderse"? Encuentro un silencioso vacío por respuesta. Sólo puedo apaciguar mis dudas en ese sabio sociólogo, y mejor gramático, tan avanzado a su época, que es el gran Peret, cuando cantaba:

    A mi amigo Blanco Herrera
    le pagaron su salario,
    y sin pensarlo dos veces
    salió para malgastarlo.

    Una semana de juerga
    y perdió el conocimiento,
    como no volvió a su casa
    todos le dieron por muerto.

    Pero al cabo de unos días
    de haber desaparecido,
    encontraron a uno muerto,
    a un muerto muy parecido.

    Le hicieron un gran velourio,
    le rezaron la novena,
    le perdonaron sus deudas
    y lo enterraron con velas.

    Pero un día se apareció
    lleno de vida y contento,
    diciéndole a todo el mundo:
    ¡Se equivocaron de muerto!

    Y no estaba muerto, no, no,
    que estaba tomando cañas.
    Y no estaba muerto, no, no,
    que estaba de parranda.

    El lío que se formó
    eso sí que es puro cuento.
    Su mujer ya no lo quiere
    no quiere dormir con muertos.

    20.4.05

    Mazinger-Z


    No sé por qué hoy me viene a la cabeza Mazinger-Z...

    12.4.05

    De regreso

    Pasada la tormenta y de regreso de la Luna, uno ve las cosas diferentes. Todo adquiere un nuevo peso relativo. Las piedras no pesan tanto. Y nada queda tan lejos para no alcanzarlo. Uno está tentado a hacerse buenos propósitos, como si de un fin de año se tratara: fumar menos, volver a hacer ejercicio, acabar aquello que hace tiempo se dejó a medias o un montón de cosas más, sensatísimas todas, que ya de antemano se sabe que no se van a realizar. Pero también se vuelve con algo fantástico: con las pupilas dilatadas por la claridad con que se ven los astros desde allí arriba. La luz propia que desprenden los que te acompañan.

    7.4.05

    En la Luna


    Estos días grises de monologuismo mediático incitan a uno a darse un paseo lunar para pedir a las autoridades competentes del lugar un exilio sideral.

    4.4.05

    A message in a bottle

    ¿Qué diantre intentan decirnos estos terrícolas? Seguramente ésta será la primera pregunta que se hagan los extraterrestres que reciban este mensaje enviado desde la Tierra. En el año 1974 el Arecibo Observatory, el radiotelescopio más grande del mundo, envió este diagrama de señales binarias (hechas sólo con el 1 y 0), en dirección al cúmulo globular M13. El mensaje representa unas cuantas imágenes sencillas sobre la humanidad y su nivel de conocimientos. De izquierda a derecha: la representación binaria de los números entre el 1 y el 10, los átomos de hidrógeno y carbono, el ADN humano, la imagen de un hombre, los fundamentos del Sistema Solar y, finalmente, información sobre el telescopio que envió el mensaje. No quiero imaginarme qué pasará por la mente de los simpáticos marcianos que encuentren este mensaje, pero podemos estar tranquilos porque M13 está tan lejos que tendríamos que esperar al menos 50.000 años para recibir su más que segura respuesta: "¿Mande?". Y esto no es lo peor. Diariamente enviamos, de manera totalmente accidental, miles y miles de señales de radio y televisión hacia el espacio exterior. Tiemblo sólo de pensar que un alienígena pueda estar viendo en estos momentos La casa de tu vida, la democracia iraquí o el non-stop last-show del Papa. (Seguro que Velouria está conmigo que, puestos a enviar, mejor es mandarles una grabación de Humor Amarillo).

    3.4.05

    Sobre nuestras cabezas

    14.3.05

    El calamar colosal

    ÚLTIMA HORA: Como aquí todo es posible y ninguna teoría queda en saco roto, estoy en condiciones de confirmarles que se ha descubierto una nueva especie de calamar gigante mucho más gigante que el calamar gigante común. Así pues, señoras y caballeros, ante ustedes les presento el increíble, el inmenso, el no va más de los monstruos marinos... El CALAMAR COLOSAL, Mesonychoteuthis hamiltoni donde los haya.
    PD: Ante tal descubrimiento, uno no quiere ni celebrar la satisfacción que le produce levantarse hoy de la cama y darse cuenta de que hace exactamente un año le dieron una gran patada en el culo a un personajillo con bigote cuyo nombre no quiero ni acordarme.

    8.3.05

    Boquita de tiburón

    Uno de los que se vinieron de juerga la otra noche fue Pitillo, el tiburón cigarro. Un tipo curioso donde los haya. Nadie sabe demasiado sobre él, pero es un tío pequeño, escurridizo y tiene fama de subersivo. Le encanta alardear de sus grandes hazañas reposado en la barra de cualquier antro siempre con un whisky en la aleta y un pitillo en los labios. Es el pescado más vacilón que conozco y no es para menos. Con lo pequeño que es (no mide más de un palmo), muerde trozos de carne de animales inmensos, mucho mayores que él, como peces vela, atunes, focas, ballenas, delfines, rayas o algún que otro tiburón. Como podéis intuir, esto es lo que más admiro de él porque este tiburón lo muerde todo, incluso ha llegado a morder el domo de caucho de un submarino nuclear.
    Los dos hemos vivido un sinfín de aventuras sorprendentes. La mayoría inconfesables. Pero hoy os explicaré una que me cambió para siempre la forma de ver el océano. Un día que íbamos los dos haciendo el pollo entre el lodo de un arrecife, aparecieron bajo nuestras barrigas los dos faros de lo que presumiblemente eran los dos ojos de un calamar gigante hambriento. Éramos una merienda segura. No teníamos escapatoria. Pero fue entonces cuando sucedió algo grandioso que unió para siempre mi suerte a la de este tiburoncillo amigo mío. Como su vientre es brillante, parece un pez inocente cualquiera si se observa desde abajo. Así, cuando el calamar gigantesco se le acercó para zamparse lo que pensaba que era un bocado fácil, Pitillo se escabulló con un movimiento rápido, se escurrió entre los tentáculos y, con todo lo chinorri que es, le dio un muerdo en el lomo. El calamar parecía un potro salvaje intentado deshacerse del pequeño atacante. Pero Pitillo formó una ventosa con su boca hasta quedar fuertemente sujetado a la piel del calamardo. Entonces, el más pequeño de los tiburones que habitan estos mares de por aquí, giró y giró hasta cortar un trozo circular de carne con sus dientes inferiores serrados y afilados como navajas. En un instante, Pitillo arrancó un bocado de carne de ese monstruo marino. Ya estaba: el atacante era víctima de su propia presa. El calamar gigante no sabía qué le estaba sucediendo y, herido, marchó rápidamente con una bonita marca circular en su lomo, como si alguien le hubiera apagado un cigarro en la piel. Yo estaba atónito y alucinado. Fue algo impresionante. Entendí en ese instante muchas cosas: se podía luchar contra los calamares gigantes y contra todo lo que desde pequeño había pensado inalterable. Y lo mejor, aún tenía que llegar. Al final nos merendamos la mejor tapita de calamar en su tinta que nunca he probado. Regocijándonos de lo sucedido entre brindis y brindis con un buen vino blanco de Alella. Sólo puedo deciros que a partir de ese día Pitillo y yo somos inseparables. Siempre nos vamos los dos a dar la tabarra por ahí hasta altas horas de la noche.

    3.3.05

    Festa

    Con unos amigotes de caladero haciendo una fiesta quimiportiana. (Los gintónics están de incógnito bajo los sombreros).

    2.3.05

    The Big Bross

    Los calamares gigantes son cefalópodos, es decir, cabezotas con patas. Pues una de las cosas más escalofriantes que le puede pasar a un merlucito como yo es ver, inmerso en la oscura oscuridad abisal de mi vida, la mirada penetrante de los dos ojos de un calamar gigante clavados en el cogote. A modo de acotación apuntaré que los ojos de los calamares gigantes son los mayores del república animal y llegan a medir 25 cm de diámetro. Imaginaros. Siempre vigilándote. Siempre ahí presente. En medio de la oscuridad. Como dos lunas al acecho. Vigilándolo todo. Vigilándote todo. El calamar es un animal visual, es decir, que utiliza la vista para cazar y para evitar a los depredadores; es bastante típico en los animales que viven a grandes profundidades tener los ojos grandes para poder adsorver las pequeñas cantidades de luz que existe en las profundidades marinas, no sólo los pequeños restos de luz que llega de la superficie sino también para ver los animales del fondo que tienen su propia bioluminiscencia. Y ahí están. Procesándolo todo. Esperando que te salgas del camino para engullirte con sus largos tentáculos.

    27.2.05

    Butrón butrón

    Una de mis debilidades secretas es la lectura de las páginas de sucesos de los periódicos. Debo ser un merluzo rarito, pero me atraen de mala manera esas noticias extrañas que me transportan a las espléndidas novelas negras negras de Philip Marlowe persiguiendo sueños eternos o de detectives de la Agencia Continental luchando contra el mundo entero. Me gusta encaramar mi morro en esas hojas reservadas para suicidios nunca resueltos de políticos corruptos, desapariciones de testimonios cruciales o guerras entre bandas que se sabe cómo empiezan pero nunca cuando acaban.
    Pues ahora me lo paso pipa con el caso del incendio del rascacielos Windsor y toda su literatura kitch asociada. Butrones en el párking, puertas traseras forzadas, imágenes fantasmales de enamorados ardorosos, pisos repletos hasta la bandera de documentos secretísimos, empresas auditoras omnipresentes, bomberos amenazados, superordenadores escondidos, agentes secretos con trajes ignífugos... Buff. Cada día cae lentamente una nueva gota en el charco del misterio, y la imaginación se desborda hasta límites inimaginables. Más payá que pacá. Por ejemplo, por si fuera poco lo de los fantasmas, ya han aparecido teorías que hablan de extraterrestres y de viajeros del tiempo. Y yo me pregunto: ¿Qué se les ha perdido a unos extraterrestres en un coloso en llamas? ¿O los viajeros del futuro no podían ir un día antes? Otra teoría a lo pura ciencia-ficción se inclina hacía tecnologías que hacen invisibles a sus portadores, como en los aviones espía estadounidenses. No sé, no sé. Y ya llegados a este punto en el que todo quisqui dice la suya, a mí me gustaría aportar mi pequeño granito de arena: ¿Alguien ha pensado en los calamares gigantes? ¿Se tienen pruebas de que no participaron? ¿Por qué nadie se acuerda nunca de ellos? No estaría mal que se tuviera en cuenta esta línea de investigación.
    Lo que sí está claro en todo esto es que alguien se preocupará bien mucho de que nunca sepamos lo que realmente sucedió. Y en verdad qué importa. En todo caso, sólo hay una cosa que me parece indiscutible: si en este país se quema un rascacielos, hay que dejarlo quemar todo enterito. ¡Qué es eso de dejar las faenas a medias!

    23.2.05

    La Invasión de los Calamares Gigantes

    He aquí un noticia a la cual he tenido acceso en la revista Muy Interesante Digital. Aún tengo todas las escamas de punta:
    "La invasión de los Calamares Gigantes. Suena a título de (mala) película de terror. Pero sucede que es cierto. Los calamares se están reproduciendo como posesos y creciendo hasta tamaños individuales gigantes, de tal modo que la suma de su biomasa (la cantidad de toneladas de calamar gigante sobre el planeta) puede que sobrepase ya a la nuestra... y desde luego ocupan más territorio. La Tierra es el Planeta de los Calamares. Es lo que tiene ser un primate terrestre: competir con los animales marinos de gran profundidad es complicado. Las razones tras este desenfrenado crecimiento tienen que ver con desequilibrios en los ecosistemas marinos que favorecen a los cefalópodos, los más inteligentes y sofisticados de los invertebrados en términos de sistema nervioso. Entre los desequilibrios, el calentamiento global. Y si la idea de billones de toneladas de calamares gigantes le hace pensar en gigantescos bocadillos de calamar a la romana, olvídelo: su carne está impregnada de amoniaco. No son comestibles, por tanto. Pena."
    Sólo puedo decir una cosa: Esto es la guerra. ¡Más madera!

    22.2.05

    Papeles para todos


    Me he enterado por los periódicos de que por las tierras de este trozo de mundo donde me ha tocado vivir está acechando una nueva especie animal peligrosísima. Los lugareños están muy asustados. Las autoridades están muy preocupadas. Es un animal terrible y muy agresivo. Y responde, ni más ni menos, al nombre de mosquito tigre. Según cuentan, esta especie procede de Asia, es muy agresiva, ataca de día, repetidamente en pocos segundos y traspasa la ropa. A más, contribuye a la propagación de la fiebre amarilla, la fiebre de dengue y la encefalitis. Toma ya, que no es poco. Pero qué quieren que les diga, más allá de su peligrosidad, que no seré yo quien ponga en duda, me gusta su nombre. Mosquito tigre. Siempre me han llamado la atención esas asociaciones de distintos nombres en uno. Cómo pueden ser malos bichejos con nombres tan sugerentes como el mono narigudo, el pez payaso, el tiburón cigarro, el águila calva, la ballena jorobada, la ballena alegre, el pez gourami besador y ese largo etcétera que hoy acaba con la guinda del mosquito tigre. Yo, personalmente, les daría las llaves de casa. De entrada. Pero claro, una cosa son mis deseos y la otra la realidad. Se cuenta que ya se están organizando para reclamar papeles a los recién llegados mosquitos tigre, y eso sí, con el beneplácito de los mosquitos autóctonos.

    18.2.05

    Yo, Merluzo


    Hola. Yo soy Merluzo, un ejemplar muy normalito de mi especie. Tengo el cuerpo fino y serrano y una gran cabeza, con una boca muy grandota provista de unos dientes ganchudos y afilados. Soy un ejemplar joven y me gusta hacer lo que hacen todos los demás jóvenes de mi especie: hacer carreras por el fondo arenoso con los colegotes, hacer piruetas por las corrientes marinas y por la noche subir a la superficie para hacerme un buen atracón de arenques, sardinas y caballas y, si cae, charlar con alguna buena merlucita. Tengo un bonito nombre científico: Merluccius merluccius. Así, por partida doble, Merluzo Merluzo, como quien no quiere la cosa. Como ya he dicho, no soy nada del otro mundo. Y así voy tirando por estos mares del señor pues ese soy yo.

    Seguramente os estaréis preguntando qué pulpos hace un merluzo como yo publicando un blog como éste. Pues es muy sencillo. Primero he de confesaros una cosa: desde pequeñito tengo un miedo espantoso a los calamares gigantes. Les tengo pánico, con esos largos tentáculos amenazadores y esa boca de loro que se lo traga todo. Pues esa es la razón. He decidido tomarme unas pequeñas vacaciones, marchar de mi caladero y navegar por esta aguas cibernéticas para mantenerme alejado de esos espeluznantes bicharracos y aprovechar así la ocasión para contaros todo lo que pueden ver mis preciosos ojos de merluzo jovencito con ganas de conocer mundo.

    17.2.05

    ¡Dios, que llegan los calamares gigantes!

    Sí. Existen realmente, aunque sólo hasta hace muy poco se ha conseguido capturar algún ejemplar. Estos monstruos marinos son conocidos científicamente bajo el nombre de Architeuthis. Desde el origen de la navegación se hablaba de una bestia terrible que con sus grandes tentáculos arrastraba a los navíos y a sus tripulantes al fondo marino. Era el Kraken, un animal que se creía producto de la febril imaginación de los marineros... pero desde que empezaron a encontrarse los cuerpos varados de calamares gigantes muertos en diferentes playas, se ha demostrado que no eran delirios de aguardientes o malas insolaciones. Fue en 1856, cuando Johannes Japetus Smith Steenstrup le atribuyó un nombre genérico a los calamares gigantes: Architeuthis, que ha pasado a ser el nombre científico. El architeuthis rex es considerado el rey de esta especie, el tiranosaurus de los calamares gigantes.

    Los taningia danaes son sus hermanitos pequeños, con menor longitud y peso, pero medidas igualmente descomunales. Los cachalotes son los únicos predadores conocidos del calamar gigante, aunque los científicos aseguran que, por las marcas encontradas en algunos cachalotes, estos calamares se defienden violentamente contra sus depredadores, en verdaderas batallas entre titanes en los más remotos y profundos abismos marinos.

    En esta especie, el tamaño de los machos es muy inferior al de las hembras, que crecen al ritmo de 40 kg por año y pueden alcanzar los 20 metros de largo, pesando alrededor de 200 kg. Los calamares gigantes disponen en la terminación de dos de sus tentáculos, de unas estructuras llamadas fotóforos, los mayores órganos luminescentes de la naturaleza, del tamaño de una pelota. No se sabe a ciencia cierta su utilidad, pero los investigadores intuyen que les sirven para atraer a sus presas y comunicarse entre sí. Además, poseen párpados, con los que pueden hacer guiños y juegos de luces. Los calamares gigantes poseen además un órgano sexual de 75 cm (¡por dios!) y otro de repuesto por si perdieran el primero. Realmente espeluznante.